Ya pasó el tan esperado eclipse anular de sol. Al final, dentro de mi ignorancia, descubrí el por qué no se podía ver a simple vista. No era una cuestión de que te dañara la vista si te quedabas mirando fijamente (que también) sino que simplemente es que no se veía sin gafas u otro instrumento adecuado.
Al final, afortunadamente, alguien tenía las gafas para poder observar el eclipse. Aunque si te fijabas, en las sombras que proyectaban los árboles también se podían ver pequeños eclipses. Esto era por lo que alguien bien indicaba: la difracción en los pequeños agujeros que dejaban las hojas hacía que se pudiera ver.
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